miércoles, 25 de octubre de 2017

A PIÑATA Relato

Relato de una fiesta singular

A Piñata de Gresande-Cristimil

3 de marzo de 1936. 

Ha amanecido un día frío pero despejado. Parece que las cuarenta y ocho bombas de palenque lanzadas la noche anterior, este año desde el Campo de Gresande o les veinticuatro lanzadas esta mañana desde el campo de Mato han conseguido alejar las pocas nubes que asomaban sobre A Goleta. Este año a los de Cristimil les toca ser los anfitriones. Deberán recibir a los de Gresande en A Goleta.


Gaspar de Vales, con el uniforme del batallón de Cazadores de Melilla, que utilizó en algunas ocasiones en la Piñata en la que en siete ocasiones ejerció de general de Gresande.

Son las doce de la mañana. En el Campo de Gresande empiezan a reunirse los mozos y los caballeros que van a formar parte de la comitiva que va a acompañar al general de los de Gresande, José González García (Pepe de Gamalliño), que por segundo año comanda a los de Gresande.

A la misma hora más o menos, en el Campo de Mato, los de Cristimil se reúnen con su general, que como los dos años anteriores es Jaime, el más pequeño de los González Peña de Quintá. Su hermano Jesús, otro de los cuatro hermanos que habían ejercido de generales de Cristimil a lo largo de los años veinte, ha llegado temprano desde Filgueira, para acompañar a su hermano.

Los músicos de la banda de Gresande-Sanxurdo se han dividido para acompañar a ambos cortejos. Acompañando en la bajada hasta A Goleta a los de Gresande irán los músicos de Gresande, O Souto, Soutullo, Anseán, Oleiros, Vilela, Outeiro, Barcia, Ramil y Vales. A los de Cristimil se unirán los de Porreiros e Insua de Gresande y los de Prado, Bendoiro y Noceda, para subir con Jaime González Peña y su séquito hasta A Goleta.

En A Goleta, desde las diez de la mañana, están ya, convenientemente instalados, cinco carros taberna que sirven vino y alguna pitanza a los que van llegando para participar en el festejo. También tres rosquilleiras ofertan rosquillas y otros chuches que hacen felices a la chiquillreía.

 A las doce y media de la mañana, ya se nota animado el campo de A Goleta. La banda de A Penela ha hecho su entrada en el campo de A Goleta con los compases del Gato Montés. Con ella llega un grupo de festeros, montados unos en bien cuidadas caballerías y otros andando, muchos disfrazados de los diferentes oficios para participar activamente en la fiesta. Habían salido de Lalín temprano. En Donramiro se les unió la banda de A Penela con algunos festeros. Por el camino se les fueron uniendo después festeros de las parroquias de Botos y Donsión, que también participaban asiduamente en la Piñata, que por Pontemoas y Porreiros llegaban a A Goleta. En ese grupo llegaban entre otros la pareja de la Guardia Civil, el alcalde de Lalín Manuel Ferreiro con algunos de sus concejales, Carrón (el de la imprenta), que por la tarde vestido de fraile y subido a uno de los barriles de una de las tabernas pronunciaría en gallego un hilarante y desaprensivo sermón contando las buenas venturas del San Carnaval.

En el campo de Gresande se estaba formando un importante cortejo. Los músicos de las aldeas vecinas habían llegado bien acompañados de los vecinos que querían participar de la fiesta. Disfrazados con sus trajes militares los que iban a formar el escuadrón del general de Gresande, o vestidos con la indumentaria adecuada o aperos propios de cada oficio los que iban a representar a los artesanos de las diferentes profesiones.

Habían llegado algunos de los anteriores generales de Gresande. Con Gaspar Medela de Vales, que había desempeñado el papel de general de los de Gresande durante varios años de los años veinte, los festeros de Vales y Ramil. Con los de Vilar venía Elias de Nogueira, que de soltero había subido varios años con los de Cristimil y desde que se casó para Vilar entraba con sus amigos desde Vales. Los de Soutullo, Anseán y Oleiros habían entrado con mi tío abuelo Manuel do Souto, que también había dirigido a los de Gresande los últimos años de la década de los veinte. Los que venían de Barcia, Alfonsín, Rivela, Outeiro, Vilela y Vilatuxe, como ya era costumbre, con Florentino de Gamallo a la cabeza, fueron los últimos en llegar. Los de Gresande habían ido llegando, en pequeños grupos, al campo uniéndose a los festeros.


Guerrera que vestía Elías de Nogueiras en la Piñata que su hija Lola conserva en su casa de Vilar

Pepe de Gamalliño había mandado sacar de su casa, para invitar a sus acompañantes, dos botellas de aguardiente, cuatro botas de vino, una cesta de rebanadas de pan, una fuente de torreznos recién tostados y otra de rodajas de chorizos fritos.

Cesáreo Areán do Cachafeiro de Insua que había dirigido a los de Gresande en los primeros años treinta con los músicos y los festeros de Insua había bajado a Mato para subir con los de Cristimil y su general Jaime González Peña a A Goleta. Los de Porreiros con los de Cristimil, con Francisco da Cima, habían llegado también al campo de Mato. Con Manuel de Carreira y con José da Barreira, generales otros años de Cristimil, habían llegado los de Sanxurdo y los de Gondufe y A Barreira. A Mato habían llegado también, muchos, convenientemente disfrazados, festeros de Prado, de Bendoiro, de Noceda, de Taboada, de Cortegada e incluso de Silleda que se habían unido al cortejo de Cristimil para subir a La Goleta.

Jaime había llegado a un acuerdo con Celso, el de la taberna, para que sacara, para invitar a los de su comitiva, algunas botas de vino, pan y compango para que el camino se hiciera llevadero.

Como a la una de la tarde los de Gresande estaban preparados para bajar. Lanzaron las seis bombas de palenque que era la señal de que estaban listos. No habían pasado ni cinco minutos y lanzando sus sies bombas los de Cristimil comunicaban que estaban saliendo hacia A Goleta. En diez minutos estarían preparados para recibir a los de Gresande que tardarían un poco más en llegar.

Jaime, este año, estrenaba cabezal y silla de montar para su yegua castaña de seis pies de altura, elaborada para la ocasión por el alabardero de Prado. El vestía camisa blanca de hilo, pantalón de terciopelo negro muy ajustado, una guerrera de paño negro adornada con ribetes dorados, con botones de metal dorado tanto en la botonadura como en los bolsillos, con ojales abiertos bordados con hilo también dorado, galonada en las hombreras y con diferentes condecoraciones colgando de su pechera. Cubría su cabeza una visera también de color negro con adornos dorados con un penacho de tres plumas de urraca en su lado izquierdo. Calzaba unas botas de mediacaña de cuero negro adornadas con ribetes de metal dorado en las que ajustaba unas bonitas espuelas también doradas.

 Jaime encabezaba el cortejo de Cristimil hacia la Piñata acompañado en su subida por unos quince militares a pie y otros doce montados. Unos veinte músicos amenizaban con sus pasacalles la subida, entre ellos Manolo da Lama, que por la tarde en A Goleta haría las delicias de los festeros encarnando, convenientemente disfrazado, el personaje Entroido. Un grupo de unos treinta festeros, disfrazados de diferentes oficios artesanos y el grupo de las mozas que formaban el coro, que por la tarde actuaría en A Goleta. Les seguían también un buen grupo de chiquillos y mayores que estaban dispuestos a disfrutar en La Piñata.


Trajes militares de la sastrería Agero abundaban en las comitivas

En Gresande Pepe de Gamalliño saludaba a los que iban llegando y departía con sus vecinos. Estaba contento por el bonito día que estaban disfrutando. Iba muy elegante el general de los de Gresande. Excepto en el calzado repetía el vestuario del año anterior. Una camisa de hilo blanco asomaba por la parte más alta de su guerrera de paño azul oscura con bordes dorados. Unos botones de piel marrón cubrían unos ojales hechos con hilos dorados. Entre las condecoraciones que colgaban del pecho de su guerrera destacaba una pequeña y delgada piedra en la que se había cincelado una P y una G cruzada (su marca de cantero) ensamblada en un cuadrado metálico y que colgaba con una cinta roja, amarilla y morada (los tres colores de su bandera republicana). Un pantalón del mismo tejido que la guerrera con la raya muy bien marcada cubría la parte más alta de la bota de piel marrón que hacía pocos días le había entregado su primo el zapatero de Insua.

Cuando en Gresande se oyeron las bombas lanzadas desde el campo de Mato la comitiva del general de Gresande ya estaba formada. Pepe de Gamalliño iba bien acompañado. Unos veinticinco militares a caballo y unos pocos más a pie, entre los que destacaban los anteriores generales de Gresande Gaspar de Vales y Manuel do Souto. Gaspar vestido con el uniforme de los Cazadores de Infantería de Melilla y montado en su yegua castaña clara con las cuatro pezuñas brlancas y Manuel montando su espigado caballo castaño oscuro de crin casi negra. Los músicos uniformados interpretaban pasodobles camino de A Goleta. Dieciseis paisanos disfrazados de los diferentes oficios entre los que destacaba Manuel de Pampín y su jamón colgado del hombro, (un tronco de abedul que había partido por la mitad para vaciarlo de peso y que unidas, una vez vaciadas, las dos piezas y labrado exteriormente, imitando la imagen de un enorme jamón de treinta kilos, que bien pintado parecía un jamón real bien curado). Un buen grupo de mozas que llevaban algo preparado para cantar iban detrás. Varias señoras con sus chiquillos también se habían unido a la comitiva.

La una y media de la tarde. La comitiva de Cristimil hace su entrada en A Goleta, entre aplausos de la multitud que los esperaba.  A la entrada del Campo la banda de A Penela toma el relevo a los músicos que acompañaban a la comitiva y al ritmo de pasodoble “En Er Mundo”, que estrenan en su repertorio, la acompañan hasta el centro de A Goleta. Los músicos que acompañaban a los de Cristimil se acercan al lugar por donde van a entrar los de Gresande que van a ser acompañados por la banda completa.

No ha pasado ni un cuarto de hora y ya asoman los de Gresande. Los cuarenta y cinco músicos de la banda de Gresande-Sanxurdo están ya en formación detrás de la comitiva del general. Entre aplausos y acompañados por los compases de “El Gato Montés”, entra toda la comitiva hasta el centro de A Goleta, donde espera la comitiva de Cristimil.

Los robles que rodean el campo de A Goleta, desnudos de hojas en esa época del año, estaban ocupados por gran número de mozos entre los que se divisaba también alguna moza que se había atrevido a subir con los mozos para no perderse ripio de la función que iban a representar los generales.

Al acercarse los de Gresande sale al paso el centinela de Cristimil diciendo:

¡Alto! ¿Quién va?

Adelantándose un correo del grupo de Gresande responde:

Somos de la mascarada de Santiago de Gresande. ¿Tú quién eres?

El centinela contesta:

Yo soy el centinela que está guardando el paso. ¿Qué quereis?

El correo responde:

Queremos retar a tu general a un limpio combate para echaros de aquí. Dile que salga a medirse con mi general.

En ese momento los generales adelantan sus cabalgaduras y se colocan uno frente al otro.
Inicia el diálogo, Jaime, el general de Cristimil:

Dile a tu general, que se confiese primero,

Si va luchar en esta plaza, con un valiente guerrero.

Pepe, el de Gresande, responde:



Yo soy nieto de Gamallo, cantero de profesión

Soy el General de Gresande, nombrado para esta ocasión.

Jaime:

Representando a mi pueblo, y a toda esta región,

Protegeré esta frontera, no entrará tu batallón.

José:

Si te crees tan valiente, elige campo de guerra,

Donde rodará tu cabeza, como un balón en la tierra.

Jaime:

Defendiendo a esta tierra, hago honra a mi legado,

Anda y vete, general, me quedo con tu caballo.

José:

Desde la punta de mis pies, hasta justo mi cabeza,

Soy el general más valiente, de todas las tierras de Deza.

Jaime:

No levantes tanto la espada, que estás más tieso que Pavía,

Ya sé que tengo delante, un general canela fina.

José:

Conquisté muchísimas tierras, con los de mi escuadrón,

Por algo comenta la gente, que tengo el mejor batallón.

Jaime:

Hablas correctamente, y usas bonito acento,

Parece que te enseñaron, las monjitas del Convento.

José:

Mirad a este especímen, que me impide pasar.

Todo el día lloricando, por no poderme igualar.

Siguieron los dos generales versallando, entre aplausos de los festeros, sobre los temas de actualidad que habían sucedido en diferentes lugares de las parroquias y en el concello. Los versos que cerraron la actuación de los generales, que terminaron dándose un abrazo, fueron estos:

Jaime:

El concello este año, ha dado mucho que hablar

Eran muchos dirigentes, pocos de ellos a trabajar.

José:

A mí todo lo material, muy poco me interesa

Prefiero un buen Carnaval, que él a mí no me pesa.

Jaime:

Chocaremos nuestros aceros, juntaremos nuestras banderas,

Seremos leales amigos, en estos momentos de Guerras.

José:

Adiós Campo de la Goleta, adiós campo de la Piñata

Carnavalada como esta, no la hay en toda España

Una vez terminada la actuación de los Generales comienza el baile. Las dos bandas se turnan. La de Gresande-Sanxurdo es la que recibe más aplausos. Los pasodobles suenan en A Goleta. Gaspar de Vales, que ha traído su Gaita se une a la banda interpretando algunas Muñeiras.
Los que van disfrazados de los diferentes oficios pasean por el campo mostrando sus inventivas. Este año triunfa sin duda el traje de jamonero de Manuel de Pampín  que daba a probar, a las mozas que a él le gustaban, virutillas que iba rascando de su bonita y decorada pieza de porco celta que él babía labrado en abedul.
Los coros tanto el de Gresande como el de Cristimil, durante los descansos de las Bandas, interpretan en gallego, algunas canciones con letras que traían preparadas y que son muy aplaudidas, de las que transcribo dos ejemplos:



Dentes da miña grade,
Queixares da miña besta,
Nunca batalla ganaches,
Nin vas a gañar esta.

As mociñas de Gresande,
Todas xuntas nunha eira,
Unas cantan, outras bailan,
E outras andan a xaneira


A media tarde Carrón, o da imprenta de Lalín, disfrazado con un hábito que parecía franciscano, se sube encima del carro del taberneiro de Prado, que está situado en la parte central del campo, en el lateral de Cristimil, con su inimitable voz pronuncia un acalorado discurso contando todas las buenaventuras que acompañan a San Carnaval, que no voy a reproducir aquí, pero que fueron muy aplaudidas.

El General Pavía, con su caballo entrando en el Congreso prototipo del golpe de estado que derrocó la primera república, que solía aparecer en alguno de los versos entre los generales

Poco después entra en A Goleta, por el camino de Mato, una carreta castellana, tirada por una mula. En lo alto de la carreta Manolo da Lama, disfrazado de “Entroido”, adornados sus hombros con una buena ristra de chorizos. Es detenido por algunos festeros y llevado, para ser custodiado, ante la Guerdia Civil. Se forma un jurado popular que condena a Manolo a ser enterrado vivo entre los chorizos y con una gran losa encima. Cuando termina el juicio cuatro alguaciles le recogen para cumplir con el veredicto pero en un pequeño despiste Manolo se zafa, sube a la carreta y a buena velocidad desaparece.

 Con el estruendoso aplauso que el público le dedica al “Juicio del Entroido” termina mi crónica aunque la fiesta va a continuar hasta bien entrada la madrugada. La luna casi llena brillaba en un cielo limpio acompañando a los festeros cansados pero alegres a sus casas. Las bombas que marcarán el final de la fiesta se oyen cuando la noche se acerca a las dos de la mañana del lunes 4 de agosto.

P/D.
Nadie imaginaba en aquellos momentos que “A Piñata” de Gresande y Cristimil del 3 de Marzo de 1936 fuese la última. Más de 80 años han pasado ya. En la próxima entrega abordaré una visión histórica de la Piñata y nominaré a las personas que han aportado cosas a este tema.

Eladio Rodríguez